La partida de billar (II)

Ese día lo pasamos en casa de mi hermana escuchando música y leyendo sobre la hamaca. La noche anterior, de sexo loco y chupitos, no nos dejó energía para mucho más. Karl y Anke se marcharon por la mañana. Mientras cocinaba, pensé en que no teníamos sus teléfonos. Se los podía pedir a mi hermana para preguntarles si al final se animaban a cenar hoy con nosotros, pero no sabía muy bien cómo explicar su visita ni qué versión contarían ellos. – Ufff, qué resaca -pensé-, ya lo decidiré luego. Llegó la hora de cenar y mi chico me dijo: – Nuestros amigos ya no vienen, qué pena. Me hubiera gustado despedirme-. – ¡Y a mí! – le contesté yo colgándome de su cuello y dándole un besazo. Recordar el día anterior nos ponía cachondos. En ese momento, oímos el rugido de las motos fuera y salimos al jardín para saludarles.

-¿Qué tal? No habréis empezado sin nosotros – gritó Anke mientras paraba el motor-. Y sacó un par de botellas de la mochila. – ¿Qué es eso? – pregunté yo-. – Champán- dijo ella-, hay que celebrar que nos hemos conocido y que aplastamos a los chicos jugando al billar. – Jajaja, ya te gustaría ¿quieres la revancha? – dijo mi chico dándole un taco-. Aquella partida, con miraditas y mucho roce, fue sólo el comienzo de otra noche loca. Después de cenar, Karl empezó a elegir rock más tranquilo y descorchó una botella de champán. – A esto no me apunto – le dije-, no me gusta el champán. Pero tranquilo, mi hermana tiene de todo en la despensa-.

Esa noche, nos jugamos la ropa al “Nageln”, que consistía en clavar un clavo en un gran tronco de madera, con la parte fina del martillo. Los jugadores tenían que probar suerte por riguroso turno. Si fallabas, chupito (o prenda en nuestro caso). Ya os podéis imaginar, imposible ganar a un alemán al “Nageln” y menos después de unos chupitos. Pero cómo disfruté viendo a Karl (y a mi chico) golpeando en aquel tronco. No sé si me ponía más verles ganar de aquella forma tan masculina o que al perder yo, me quitaran una a una las prendas que llevaba. A Anke tampoco se le daba nada mal el “Nageln”. Curiosamente, cuanto más bebía, más atinaba con el martillo. He de admitir que esa noche, algunas miradas fueron también para ella. Me caía muy bien aquella rubia. Tendría unos 40 años, cuerpo fuerte de mujer atlética, hombros bonitos, piernas largas y lindo escote. Nos divertíamos juntas, bromeando para retar o calentar a los chicos. Ella era mi cómplice y yo la suya. – ¿No tenéis mucho calor? – preguntó Anke cuando solo le quedaban puestas unas braguitas rojas de encaje. – Mucho – dije yo-, necesitaría una ducha. – Buena idea – dijo ella-. Entonces me cogió fuerte de la mano y salió corriendo conmigo entre risitas. Los chicos nos siguieron hasta el baño. Allí se plantaron en la puerta, en vaqueros y sin camisa, anticipando el espectáculo.

Anke me metió en la ducha con ella. Una ducha rectangular bastante grande, con suelo de cerámica y media pared de ladrillos translúcidos. Entonces, se bajó las bragas rojas poniendo el culo en pompa contra la pared de vidrio. Los chicos silbaron desde la puerta. -Ven, te ayudaré con esto -dijo soltando mi sujetador y tirándoselo a ellos. Yo estaba algo cortada. Me faltaba alcohol para jugar con una chica desnuda, pero la situación me daba tanto morbo… Karl nos observaba fijamente desde un taburete que había traído. Mi chico se fue a por otro. De repente, Anke accionó la ducha sin querer y yo me empapé con tanga y todo. – Qué gusto, ahora si que estoy fresquita. ¿Tú no? – dijo cogiendo la alcachofa de la ducha y metiéndola en mi tanga -. – Ven aquí, gamberra – le dije yo, quitándosela de las manos. – Si porfa, ponme un poquito de gel, que me siento súper sucia – dijo tocándose de forma provocativa-. Yo solté la ducha, me puse gel en las dos manos y comencé a frotarle las tetas lentamente – ¿Por aquí? –pregunté mirándoles a ellos-. Los chicos se lo estaban pasando en grande. Ella me puso de espaldas contra la vidriera, se pegó mucho a mí y bajó mi tanga agachándose lentamente hasta que su boca quedó a la altura de mi pubis. Yo cerré los ojos y sentí el roce de sus labios en mi vulva. Un latigazo eléctrico recorrió mi piel de arriba abajo. Anke me miró desde abajo y subió muy despacio, deslizando su piel húmeda contra la mía. Sentí sus tetas resbalar por mi vientre y por mi pecho, la presión de su cuerpo empujando el mío contra la vidriera. Por un momento, olvidé que Anke era una chica. Recuerdo que me encantó sentirme acorralada, mojada no solo por el agua. Abrí los ojos y encontré a los chicos muy excitados. Tanto como yo lo estaba. Anke cerró la ducha y pidió dos toallas. En su expresión leí que ya bastaba de calentamiento.

Al salir de la ducha, Karl me envolvió en un albornoz. Me apretó muy fuerte contra él y sentí su erección y su deseo. Luego comenzó a secarme minuciosamente, deleitándose: piernas, cintura, glúteos, pecho. El aire del baño era denso. Cargado de vapor y de tensiones no resueltas. – ¿Sabes qué estaba pensando al verte en la ducha? – me dijo mientras me llevaba de vuelta a la terraza – Que traje el champán para ti. Una pena que no te guste, pero se cómo podemos compartirlo-. Fuera, me apoyó de pie contra la barra de bar, desató mi albornoz, lo dejó caer al suelo y me contempló unos segundos desnuda. – ¿Confías en mí? No te vuelvas, tengo una sorpresa –dijo mientras me cogía en brazos y me sentaba en la barra -. -Claro – le dije. Escuché cómo descorchaba una botella tras la barra y me pregunté qué estaría tramando. Volvió y se colocó frente a mi, muy cerca. Me rodeó con sus brazos, hundió su rostro en mis tetas, las chupó y jugó con su lengua en mis pezones hasta ponerlos duros. Acarició mi vientre, mis muslos y por fin sentí su lengua humedecer mi sexo. Mientras presionaba y succionaba mi clítoris, empujó mi torso muy despacio para tumbarme en la barra. – Este champan merece la mejor de las copas – dijo mientras vertía el líquido friísimo en mi vientre. El chorro salpicó y resbaló por todas partes. Hacia mis caderas, mi pecho… y me hizo dar un respingo al alcanzar mi pelvis. Al darse cuenta de que sentía frío, Karl rodeó mi cintura, me levantó bruscamente con sus enormes brazos y acercó mi cuerpo hasta su boca. Aquello me puso a cien, notar su impaciencia. Me encantaba que me tratase así, con delicadeza pero a lo bruto. Sentí el champán burbujear entre mis piernas, fundirse con mis fluidos y su saliva. Ahora sentía calor, mucho calor entre su boca y mi vagina. Oí un ruido y mi mirada voló hasta el billar, donde Anke y mi chico se follaban.

– Vamos con ellos – le dije a Karl incorporándome. Me puse de pie al borde del billar para poder estar muy cerca. Karl se puso detrás de mí. Qué morbazo acariciarle el culo a mi chico mientras él se movía sobre Anke. A Karl también le excitaba la escena y comenzó a tocar a su rubia, que se percató entonces de nuestra presencia. Anke tomó mi mano y la puso sobre ella. Así estuvimos los cuatro un rato, cruzando caricias, besos y miradas mientras los chicos nos penetraban. La temperatura subió aún más, yo me movía rápido y Karl entendió que quería más caña. Qué gusto. Sentía su polla golpeando mi vagina desde atrás, fuerte, muy fuerte. Mientras, él me agarraba con decisión por las caderas. – Así, dale – le decía yo, mientras apretaba mi culo contra Karl y estrujaba las tetas de Anke. Karl me dio un buen azote en el culo y me folló a lo bestia contra el billar diciendo cosas en alemán, no sé si a mí o a Anke. Mi chico seguía sobre Anke, follándosela con todas sus ganas. Ella curvaba su pelvis en cada embestida y le clavaba más fuerte las uñas. Se escuchaban gemidos, golpes sobre el tapete y palabras en alemán que sonaban a taco. Yo estaba como en trance y ya no sabía quién me tocaba qué, a punto de llegar al orgasmo. Anke me apretó la mano mientras se corría. Mi chico la siguió. Yo comencé a gritar y Karl esperó dentro de mí a que terminasen mis espasmos. Luego se quitó el condón y terminó con una paja que me empapó la espalda.

– ¿Te gustó el champán? – preguntó riéndose mientras se limpiaba con su camiseta y contemplaba el caos que dejamos en la terraza -. – Me encantó – le dije -, en un rato quiero otra copa.

4 comentarios en “La partida de billar (II)”

  1. MaxitoEspinosa

    Pufff …. me a encantado oirte mientras leías la historia de la partida de billar tu voz dulce Excitante muchas gracias por poner la guinda del pastel besos!!!😘😘😘

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