Man in Black Suit Kissing Woman in Black Dress Kissing on the Neck in Front of Mirror

La escritora

Este relato no lo escribí yo. Me lo dedicó @SospechositosSW y merece estar en la web y en mis fantasías. 

Estábamos en Madrid, cenando, disfrutando y, sin embargo, los dos sabíamos que estábamos en algo especial y nada habitual. Mi foco, como siempre, estaba en mi chica, pero había algo distinto hoy: ella, la escritora. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Hay que retroceder unas semanas y hacer una aclaración: no descuido nunca a mi pareja en nuestras particulares reuniones con otros amigos de la geografía española, pero la chispa del presente encuentro era distinta y única, peculiar incluso. Sus relatos tocaron algo en mí en Twitter y el deseo tras su lectura activaron una idea apasionante: ¿Cómo sería leer el relato de nuestro encuentro escrito desde nuestras perspectivas? Una idea gratificante y única desde que mi pareja y yo nos pusimos la máscara y nos lanzamos a la aventura swinger. Desde la concepción de la mera idea yo ya solo quería verla para confirmar nuestro encuentro a cuatro.

Su foto llegó y no hizo más que confirmar mis deseos de devorarla y narrarle después cómo se lo hice y cómo lo disfruté palabra a palabra. Mis fotos también le gustaron, pero el encuentro no se iba a poder efectuar: la atracción horizontal no era equitativa entre nuestras respectivas parejas. Puede pasar y no queda otra que aceptarlo. Pero el deseo de la narración y el sexo seguía ahí y encontramos una solución: quedaríamos con otras parejas acordes a los gustos de mi chica y su chico y veríamos cómo avanzaría tan deseada noche sin presiones. La espera de la velada se hizo eterna, pero ya estábamos juntos por fin en un restaurante de la capital. Hablábamos amablemente con el resto de invitados ocultando tras mi máscara la verdad: todo lo montamos por nuestro interés particular. No lo sabían, pero su presencia radicaba en el entretenimiento de nuestras parejas y las miradas fugaces con la escritora durante la cena nos delataban: era nuestra noche.

Fue al baño. Tuve intención de seguirla, pero no me animé en principio. Me buscó con la mirada al girar la esquina y miré a mi chica. Sabía perfectamente lo que quería y me otorgó permiso con un simple guiño. Saqué el móvil y simulé una llamada de camino al aseo. Se me hizo eterno el pasillo hasta que abrí la puerta y la encontré esperándome. No mediamos palabra: nos fundimos en un beso que se hizo eterno. Le mordí el cuello, se retorcía de placer mientras ella me buscaba debajo del pantalón. Nos miramos y supe en lo que dura un suspiro que no íbamos a poder aguantar nuestra pasión hasta el club que habíamos seleccionado los seis. Debía ser ahí. Pero como un suspiro se acabó nuestra firme intención: un invitado inesperado cortó todo intento de hacer realidad nuestros más bajos deseos al entrar al baño para no tan altos placeres. Nos separamos de un salto y cada uno se fue a su excusado. Ya habíamos escandalizado al primero de la noche.

Llegué primero a la mesa. Mi chica me colocó bien la camisa y me pidió que me peinase un poco. La pareja de la escritora no dudó en reírse al verla aparecer con el pintalabios alborotado. Ya habíamos descubierto nuestras cartas a los invitados, que celebraron la primera de muchas hostilidades bien recibidas de una noche que ya prometía ser mágica. Avanzó la cena, llegaron los postres y el cava. El tono de la conversación se calentaba con cada copa que se llenaba y no dudamos en tirar de veteranía para romper el hielo. Es hora de tomar una copa en alguna parte más reservada, ¿no? Pagamos la cuenta y salimos. Cada uno con su pareja entramos al club y nos sentamos muy juntos. Busqué por todos los medios una colocación estratégica que me situaba entre mi pareja y la escritora. No quería que la segunda perdiese detalle de lo que íbamos a hacer.

El lugar era tranquilo: una mesa con un sofá en el que nos sentamos los seis y justo delante una cama enorme vestida de negro con algunos cojines en la que fácilmente se intuía todo lo que pasaba a pesar de la tenue oscuridad del local. Hablamos un rato los seis calmando nuestra sed pero mi chica estaba sedienta de otra cosa: atención y amor. Me disculpé como supe: destapé sus pechos ante todos los invitados, los mostré y comencé a masajearla. Su mirada, ya satisfecha tras tomar toda mi atención, se centró en mi camisa negra, que comenzó a desabrochar uno a uno todos los botones hasta reposar su boca en mi pecho. Agarró mi pechera y me llevó a la cama. Quería que nuestros invitados nos viesen, pero yo solo quería que me viese ella.

Mientras disfrutaba del más bajo placer de mi chica le miraba a los ojos. Se retorcía de placer y la giré para comerla por detrás mientras dirigía mi mirada y toda mi lujuria a la escritora, que ya masajeaba la erección de su pareja y nuestro invitado, al que me dirigí para invitarlo con nosotros a la cama. Mi chica le besó, le bajó la ropa interior y comenzó a calmarlo mientras abría el preservativo y los veía disfrutar. Tomé sus piernas y la penetré. Disfrutaba del rabo del otro mientras yo salía y entraba con furia, deseando llevarla la primera al éxtasis. La escritora, por su parte, comenzaba a jugar con la otra invitada y su marido mientras no perdían de vista lo que pasaba en la cama.

Fue cuando mi chica extasió que le di un preservativo a nuestro nuevo amigo y le invité a seguir mi faena mientras yo buscaba lo que quería desde que cruzamos nuestros destinos en la red social. La escritora ya estaba medio desnuda, le agarré un pezón y la atraje hasta mi boca para fundirnos en un beso que se alargó mientras mis dedos trabajaban su zona, empapada y sabrosa. Me resultó imposible no lamer mis dedos con su esencia mientras ella se derretía de la excitación e intentaba complacer mi gesto con mis partes, aún salpicados de los jugos de mi chica, que me suplicó entre envites saber a qué sabía nuestra escritora. Dicho y hecho: la acerqué a la cama y comenzamos a devorarla entre los dos. Mi pareja, mientras era penetrada por nuestro cada vez más eficiente amigo, trabajaba su clítoris; yo trabajaba su ano y vagina. Fundimos nuestras lenguas en una mientras la escritora se retorcía del placer y no perdía detalle de su marido, que tampoco se aburría con la invitada restante.

Era el momento: debíamos unirnos. Nos situamos estratégicamente cerca de mi pareja y lo suficientemente visibles de su esposo para no perder detalle de lo que hacían los nuestros, indiscutiblemente entretenidos mientras dejaban volar nuestra imaginación durante una noche que se alargó hasta las tantas entre orgasmos, copas y una complicidad que quedaría recogida en la tinta de nuestras plumas a las pocas horas. Las miradas de complicidad de mi chica y su chico lo decían todo: estábamos disfrutando como animales los seis, pero había algo mágico entre la escritora y yo que les gustó satisfacer. No podía esperar para leer su relato y no podía esperar que ella leyese el mío.

5 comentarios en “La escritora”

  1. Me ha gustado mucho como refleja la química entre el protagonista y la escritora, y su vez cómo lo respetan y celebran el resto. Muy sexy y excitantes. Burbujeante como el cava

  2. Waoo me metí tan en la historia que se ti el calor q ambos sintieron increíble seguir encontrando historias asi

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