Man and woman in bathtub

Blanca, Blanca Navidad

Las reglas eran sencillas. En tu turno, tenías que hacer girar la botella de nata montada y la persona a la que apuntase, tendría que ponerte nata en alguna parte del cuerpo. Dónde te la ponía, lo decidía la suerte al tirar un dado. Las zonas a untar, las escribimos en un papel: 1) labios, 2) cuello, 3) hombros, 4) espalda, 5) cadera y 6) muslo. Acordamos empezar suave. Al fin y al cabo, era un juego para romper el hielo e interaccionar los cuatro en la misma estancia: la otra pareja, mi chico y yo.

El problema es que desde que les sugerí el juego hasta que por fin quedamos (justo después de Navidad), pasó bastante tiempo. Durante aquellas semanas, yo me dediqué a fantasear con nata y estudiar todas las variantes del juego en mi cabeza. Y claro, al llegar el día, entre la expectación y el morbo de las fantasías cumplidas, la nata se nos fue un poquito de las manos.

Comenzó mi chico. Giró la botella y me tocó a mí. – Fácil – dije clavando mi mirada en sus ojos – dadme el bote. Tiró el dado y salió un 4. – ¡Espalda!- exclamé contenta. Adoro las espaldas, y especialmente la de mi chico, que es fuerte y ancha. Le puse de pie, me coloqué delante y le quité la camiseta con deleite, oliendo su vientre, su pecho y su boca según subía la prenda. El olor de sus hormonas y el público mirando me excitaron mucho y casi me pongo a besarle y arrancarle la ropa. – ¡Ehhhhhh, suaveeeeee! – gritaron mis amigos y me pasaron la nata- . Entonces le tumbé en el sofá con un empujón brusco, le miré con el bote en la mano y le indiqué que se diera la vuelta con un gesto. La nata estaba algo atascada y apenas conseguía hacerla salir del bote. Como pude, tracé dos líneas blancas que surcaban de arriba abajo su preciosa espalda. Entonces, deslicé mi lengua tranquilamente por las líneas y sonreí al pensar que sería la siguiente en tirar el dado.

– ¡Me toca! – dije. Giré la botella y señaló a mi amiga. – Tiro otra vez -dije nerviosa – entre chicas no vale. – De eso nada – dijo su chico. – El juego es el juego – dijo el mío, mientras se encogía de hombros -. Los chicos se miraban divertidos. Y mi amiga me miraba sonriendo preocupada. –Está bien – dije – solo estamos calentando, trae el dado. Salió el 1 (labios). Vaya, eso no nos lo esperábamos. Ninguna habíamos besado antes a otra chica y nos quedamos bastante cortadas. Como la nata seguía sin salir bien, mi amiga la puso en su índice y luego frotó su dedo suavemente contra mis labios hasta mancharlos de blanco. En un momento dado, yo saqué la lengua y lamí la nata de su dedo. – Guauuu!!! – gritaron los chicos, que lo estaban pasando en grande -. Ella me miró a los ojos y dejó caer su índice por mi labio inferior hasta mi barbilla, ajena a sus vítores. Luego apartó la mirada, retrocedió un poco y sonrió nerviosa. Después, como cambiando de idea, se acercó rápido y me dio un beso largo con los labios entreabiertos. – No estuvo mal el beso – fue lo primero que pensé -. Luego debí ponerme colorada, al ver cómo nos miraban los chicos y pensar que aquel, fue mi primer beso femenino.

– Mi turno – dijo mi amiga cogiendo el bote. Lo giró y le tocó a mi chico. – Ummmm, esto se pone interesante – dijo él-. Salió un 3. Mi chico se colocó detrás de ella. Con permiso – le dijo – y metió sus manos bajo la blusa para desabrocharle el sujetador. – ¡Pero si el 3 son hombros! – se quejó bromeando -. Lo sé – dijo mi chico, mientras le desabrochaba los primeros botones y descubría sus hombros – pero me molestaban los tirantes. – ¡Granuja! – se rio ella antes de que le chupara la nata.

– Creo que me toca a mi – dijo mi amiga-. La botella señaló a mi chico y se oyó un coro de voces: – ¡abusón! ¡ya te ha tocado! – Salió el 5 (cadera) – le dijo mi amiga a mi chico – te vas a enterar. Y se puso a aflojar su cinturón con un bailecito sexy como revancha. – ¿Se puede saber por qué soy el único que está semidesnudo? – comentó entre risas para desviar la atención sobre su evidente empalme – El juego es el juego – repitió ella -. Tras quitarle el pantalón, mi amiga bajó un poquito la goma del calzoncillo y le puso un buen montón de nata en la cadera. Entonces se arrodilló delante y comenzó a chuparlo muy de cerca. – Mi chico cerró los ojos y no pudo hacer más bromas -. ¡¡¡Ehhhhh, suave!!! – ¡Deja nata para el resto! – gritamos nosotros-. Cuando terminó, mi chico sólo pudo soltar un soplido, y luego dijo: creo que cederé mi turno al jugador que aún no ha tirado, yo necesito refrescarme – y salió un momento al baño. Al volver, trajo un colchón para ponerlo en el suelo, junto al sofá.

– Pasadme el bote – dijo mi amigo-. Al girarlo, la punta señaló el lugar donde debería estar mi chico. – Como él no está, pago prenda y tiro de nuevo- dijo mientras se quitaba la camisa rápidamente -. Yo miré a mi amiga y decidimos ser benévolas, ya que aún no había jugado. – Venga, anda, tira – dijo su chica-. Y la botella me señaló a mí. Al tirar el dado, éste rodó bajo el sofá – Creo que ha salido un 6 – bromeó mi amigo –. No hagas más trampas y tira otra vez – dije yo muerta de risa-. ¡Seis, toooma! – dijo él, y esta vez era verdad, tocaba muslo. Le cogí de la mano para que se pusiera de pie y me acerqué despacio hasta estar bien pegadita. Rozando mi cuerpo contra el suyo, comencé a desabrochar los botones de sus vaqueros mientras le miraba a los ojos y los bajaba despacio. Luego, quité su cinturón y le di un azotito en el culo. Después le empujé para que se sentara con los pantalones aún por los tobillos. Me di la vuelta y me agaché poniendo mi culo a la altura de su cara para bajar del todo sus pantalones. – Bonitas vistas – dijo él -. Espera un poco, las mías serán mejores – dije mientras me arrodillaba delante de él -. Agité el bote y al presionar debí desbloquearlo porque salió nata disparada por todas partes (muslos, ingles y pecho de mi amigo, pero también sofá, mesa..).

– Al ver el desastre, nos reímos todos. – Hay que ver, este chico no aguanta nada – bromeé yo como si se hubiera ido antes de tiempo -. – Tendrás que chupar mucho para limpiar todo eso – respondió él, acomodándose en el sofá y desafiandome con la mirada -. – Cuidado, quien juega con fuego, acaba quemándose – le dije yo-. – ¿Chicos, me ayudáis? – pregunté a la otra pareja con carita de pena. – Pues claro – dijeron ellos-. Y así comenzó la fiesta de la nata. Yo, me puse a lamer muy concentrada a mi amigo, sus muslos y el resto de partes afectadas. Mi chico aprovechó para quitarle la ropa a mi amiga y la embadurnó con la nata que encontró por el sofá y por la mesa. Cuando terminamos de retirar toda la nata del salón, untandola en nuestros cuerpos para después limpiárnosla unos a otros, sugerí doblar la apuesta. – Vaya, parece que hay consenso – dije cogiendo el papel y tachando algunas partes. Ahora se leía: 1) labios, 2) pecho 3) trasero 4) genitales 5) “69” y 6) comodín. – ¿Qué es eso de comodín? – preguntó mi chico. – El jugador decide – dije yo -. A esas alturas, todos desnudos, ya no estábamos para esperar turno y decidimos que, al tirar los chicos, nos untaban a la vez a las dos chicas y viceversa.

– ¡Tres! – gritó mi amigo- pero tengo una petición, quiero ver esos culitos aquí pegados y llenos de nata. Mi amiga y yo nos tumbamos boca abajo en el colchón, juntitas como pidió mi amigo. Mi chico dibujó algo en el trasero de mi amiga, y mi amigo hizo lo propio en el mío. Yo estaba un poco nerviosa, ya nos conocemos un poco y sé que mi amigo no se corta un pelo. Él pasó su lengua por mi piel muy lentamente mientras tocaba con habilidad mis piernas, mi espalda, mi cadera… y yo me fui relajando. Y de repente, hundió su boca entre mis glúteos, lamiéndome entera. Que no me lo esperara o que me diera cierta vergüenza no me impidió disfrutarlo en absoluto. Al abrir los ojos fugazmente, vi a la otra pareja divirtiéndose con el 69, parece que ya pasábamos un poco de las reglas… Cerré los ojos y volví a concentrarme en su lengua. En cómo jugaba por todas partes. Ufff – dije cuando acabó con la respiración entrecortada -. Nos tocaba tirar, pero yo no podía dejar de pensar en lo que acababa de hacerme. Le pasé el dado a mi amiga y salió un 6. – Comodín, yo me llevo a este a la ducha – dije arrastrando a mi amigo de la mano-.

La ducha era pequeña, pero eso no nos impidió lavarnos el uno al otro, besarnos, tocarnos y hasta follar de pie. De repente, me puso de espaldas contra los azulejos, me agarró del pelo y me penetró con ganas… Aquello me puso a tope, lo llevaba deseando desde que me lamió entera en el colchón. Tras varias embestidas, mi cuerpo comenzó a temblar y me corrí bajo el agua. ¿Puedo correrme yo encima? – me preguntó él súper excitado-. Claro, estamos en la ducha – le dije-. Se quitó el condón, se masturbó un poco y me llenó de esperma toda la espalda. El líquido, blanco y espeso, resbaló caliente por mis glúteos y mis piernas. Tuvimos que abrir el grifo de nuevo. Mientras sentía el agua caer sobre mi cuerpo, con el corazón a mil, oí nuestras respiraciones acaloradas y cómo se iban apagando.

Al salir de la ducha sonriendo pensé que, aunque aún no había nevado, aquella era sin duda una blanca, blanca navidad.

3 comentarios en “Blanca, Blanca Navidad”

  1. Muy buen relato. Me quedé con ganas de saber qué hizo su chico con su amiga!!! Pero buena fuente de ideas…

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